DE AMICITIA - 68
Ciertos días
Ciertos días precisas de un amigo,
de su franca luz sobre la mesa
para cortar el pan, la soledad,
la indecisa brújula
que brinda una mañana de sábado.
Uno sabe lo de siempre,
cómo abrir
la puerta hacia un libro,
el olor rotundo de una página en blanco,
los deberes cotidianos,
esa ventana que da al este de los sueños.
Hace varias derrotas aprendió
a morder las palabras frente al espejo;
incluso, sabe cómo hacer
un ajedrez de fotos sobre la cama
cada vez que añora sus veinte años.
Pero ciertos días te palpas la voz,
vuelves a la eterna pregunta.
Entonces resquicias los armarios
olvidados en el desván de los días,
buscas toda el ansia, la cal rutinaria
que cubre algún sitial de luz.
Entonces echas de menos a la novia,
a tu primer asombro,
de nuevo eres
aquel muchacho de mirada triste,
el rebelde de profesión, aquel que golpea
las puertas del barrio, o del Estado,
a ver si le abre su identidad,
que sale a la calle en busca de la taberna de su ser,
un rincón de la vida nuestro,
o heraldos que anuncien
la caída de todas las fronteras,
el camino a la hermandad del hombre .
Y no es solo que un día
como la llegada de la lluvia
o de un amigo que no se anuncia
al fin sepas quién eres y no eres.
Es más bien convencerte
sin espejos, ni ojos, ni señales de humo,
quién serás una tarde de otoño
cuando ya no precises de un amigo,
ni siquiera -y esto es lo peor-,
de su franca luz sobre la mesa
para cortar el pan, la soledad,
la indecisa brújula
que brinda una mañana de sábado.
Pepe Sanchez
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